Hay quien se levanta al amanecer
y se va al trabajo hasta oscurecer,
saluda a su hijo llamado Miguel
y toma una micro después del café.
Su mujer no sabe cuándo va a volver.
Luego al mediodía, cemento y arena
sus manos levantan, cualquier fortaleza,
hermosos palacios que no habitará,
jefe de cuadrilla, amigo ejemplar.
Su mujer no sabe si regresará.
Al caer la tarde, con sus compañeros,
con paso seguro se dirige al centro.
Grita sus consignas, cual paloma al vuelo
flamean banderas, nadie está de duelo.
Su mujer no sabe si volverá a verlo.
Pero de repente cruza su camino
una bala infame le apaga el sentido.
¿Quién es el culpable? ¿Cuál el asesino?
preguntan mil voces, ¡que venga el castigo!
Su mujer no sabe que es él el caído.
Llegó la noticia que habla de su muerte,
sus ojos no creen al reconocerle.
Apenas veinte años por aquí pasó,
sus hermanos lloran en la construcción.
lágrimas de hombre, de rabia y dolor.
¿Cuál es la justicia cuando cae un pobre
que trabaja y lucha? pregunto a la corte.
Es el cementerio y nadie responde,
o es que ya están muertos, que no ven ni oyen
que han matado a un padre, que ha caído un hombre.